Nawal el Saadawi es Doctora en Medicina, escritora y activista por los derechos de las mujeres. Tiene casi 90 años y la fuerza de la juventud. Nunca perdió la esperanza, ni cuando la encerraron en la cárcel por sus ideas. “La esperanza es el poder”, dice y repite. Y sus palabras, claras, firmes, suenan con fuerza y retumban en la cabeza de quien las oye o las lee.
“Las mujeres son esclavas de la maternidad”.
“No hay amor auténtico en un mundo construido sobre el patriarcado”.
“Dios entregó el poder al hombre. Dios es muy patriarcal. Dios es macho”.
Nawal el Saadawi no tiene miedo. Aunque sus palabras la llevaron a refugiarse en Estados Unidos, donde también observó el dominio del varón sobre la mujer. Es algo universal, dice. Pero también cree que el cambio va a llegar: “el mundo no puede seguir sangrando”.
Nació en una aldea, vive en Egipto, tuvo tres maridos, dos hijos y 60 libros traducidos a 40 idiomas. Cuando era niña sufrió la ablación genital, intentaron casarla a los 10 años y conoció de cerca la marginación de la mujer árabe.
“Soy optimista y soy poderosa, porque la esperanza es poder. El cambio no emana de una única batalla, requiere toda una vida. Pero el paso fundamental es cambiarse a una misma: eso te convierte en poderosa”
Fue directora de Salud Pública en Egipto, y terminó escribiendo un libro sobre papel higiénico cuando estaba encerrada en la cárcel. En los años noventa, los islamistas radicales la amenazaron de muerte y se exilió a Estados Unidos, donde fue profesora en la Universidad de Washington.
Hoy, en Queridas, lo más sobresaliente de la nota que le hicieron en La Vanguardia en marzo de este año. Imperdible.
“Tú nunca conocerás a Dios porque no puedes leer el Corán”, le dijo el alcalde del pueblo a la abuela de Nawal el Saadawi.
“¿Y quién te ha dicho a ti que Dios es el Corán? –le contestó su abuela al alcalde–. Dios no cabe en un libro. Dios es justicia, libertad y amor”.
De esta manera, Nawal el Saadawi dice que descubrió que los textos sagrados son una cárcel para las mujeres.
Se volvió escritora. Y sus ideas la llevaron a la prisión, donde escribió Memoria de la cárcel de mujeres. Nunca, ni en la cárcel, perdió la esperanza.
“Yo me desprendí de todo lo que se supone que debe ser una mujer, de todo lo que me hacía ser esclava”.
¿Cuál es su verbo? ¿Luchar?
Sí, escribir y luchar por la justicia y la igualdad. Sin igualdad no habrá amor verdadero entre hombres y mujeres, habrá sólo matrimonio. Por eso me divorcié de tres maridos. No hay amor auténtico en un mundo construido sobre el patriarcado, el dominio del dinero y la religión. Dios entregó el poder al hombre. Dios es muy patriarcal. El Dios macho, el que eligió al hombre para subyugar al mundo. Los dioses de todas las religiones monoteístas ordenan sacrificios y muertes. Y los políticos, con sus ejércitos, su policía, su organización económica al servicio de unos pocos, están llenando el mundo de sangre.
¿Por dónde pasa la conquista de la igualdad de la mujer?
Las mujeres terminan por oprimirse a sí mismas: muchas creen en el matrimonio para toda la vida, y aguantan. Otras ejecutan la mutilación genital a sus hijas o cubren sus cabezas, obedientes. Necesitamos ser conscientes de la opresión de la cultura, la política, la religión y la maternidad.
¿La opresión de la maternidad?
Sí, las mujeres son esclavas de la maternidad. La maternidad es una cárcel. El padre es libre, pero la madre no. Las mujeres sacrifican sus vidas y su libertad por sus hijos. Debemos ser psicológicamente independientes de nuestros hijos. Las madres hacen que los hijos sean dependientes de ellas, les imponen su autoridad, reproducen lo que padecen.
¿Cuál es el sacrificio de las mujeres?
Se nos ha criado hasta llegar al sacrificio, sacrificio por la familia, por los hijos, por el país. Pero ni el país ni el marido ni los hijos se sacrifican por las mujeres. Aun así, nosotras lo toleramos. Tenemos que erradicar esta psicología de la esclavitud. Yo me desprendí de todo lo que se supone que debe ser una mujer, de todo lo que me hacía ser esclava. Y con mis hijos la relación mejoró muchísimo cuando estuve desprendida, alejada de esa dependencia psicológica que me oprimía y los oprimía.
“A mí no me importa perder mi vida, llevo años en una lista de condenados a muerte: no queda otra que luchar”.
Amenazada de muerte por sus ideas, tuvo que refugiarse en EE.UU. ¿Allí qué vio?
La autoridad del marido es superior a la de la esposa, y esto es algo universal. Y los seres más oprimidos del mundo son las mujeres pobres. Necesitamos justicia, vivir en igualdad de condiciones, entonces nos podremos casar felizmente y tener hijos libres. Ese cambio vendrá, el mundo no puede seguir sangrando. Pero tendremos que pagar el precio de la libertad y el de la igualdad.
¿Cuál es el precio de la igualdad?
A veces vamos a la cárcel o nos matan. O la rebeldía nos condena a ser pobres o arrinconadas. Personalmente, no me importa perder mi vida, llevo años en una lista de condenados a muerte, pero nuestra vida es horrible, no queda otra que luchar. Luchar por la libertad y la igualdad.