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ENTREVISTAS / FIORELLA CANONI

La sororidad nos potencia

Fiorella Canoni es la primera mujer Directora Nacional de Readaptación Social y creó nuevos programas de integración socio laboral para mujeres privadas de su libertad. ¿Cómo se generan estas “tribus femeninas” donde unas ayudan a otras y reescriben sus biografías? El Programa Look Que Transforma, desarrollado junto a Farmacity, enseña que nos podemos reinventar siempre. En esta nota, Canoni habla sobre la integración, la sororidad y su propia historia, en la que se inscriben las historias de tantas otras mujeres.

Fiorella Canoni es la primera mujer Directora Nacional de Readaptación Social y creó nuevos programas de integración socio laboral para mujeres privadas de su libertad. ¿Cómo se generan estas “tribus femeninas” donde unas ayudan a otras y reescriben sus biografías? El Programa Look Que Transforma, desarrollado junto a Farmacity, enseña que nos podemos reinventar siempre. En esta nota, Canoni habla sobre la integración, la sororidad y su propia historia, en la que se inscriben las historias de tantas otras mujeres.

“Creo en la potencia de la tribu femenina, en la sororidad. Tenemos una historia que nos trasciende que es de una absoluta desigualdad en la cual nos hemos encontrado hermanadas con las otras. Nos encontramos en la desigualdad”, explica Fiorella Canoni, Licenciada en Ciencias Políticas, docente y, después de varios años en la gestión dentro del Ministerio de Justicia, hoy es la primera mujer Directora Nacional de Readaptación Social.

Entre otras iniciativas, creó junto a Farmacity ‘Look Que Transforma’, un programa de empoderamiento y capacitación de mujeres privadas de libertad o recientemente liberadas. “Es un dispositivo de inclusión integral, en el que se genera una verdadera fusión humana. Todas las que participamos en este programa, tanto del ministerio como de Farmacity, nos sentimos responsables por la inclusión de esas mujeres, que al sentirse aceptadas y acompañadas, responden, se reinventan”.

¿Cómo surge la iniciativa de armar alianzas con empresas privadas para llevar a cabo acciones de readaptación social de mujeres con prisión domiciliaria o recientemente liberadas?

Tiene que ver con poder repensar el rol del Estado. Estas temáticas son responsabilidad primaria del Estado pero también compartida con la comunidad. La readaptación social, la integración, incluye a muchos sectores: el poder judicial, el penitenciario, el ejecutivo y también la comunidad y el sector privado. En el medio de todo está la persona.

“Las chicas se ven muy potenciadas, porque otras las acompañan, porque creen en la posibilidad del cambio, y entonces las chicas responden”.

¿Cuál sería el rol de las empresas en este proceso de integración?

La inclusión socio laboral de personas que estuvieron en contexto de encierro es una demanda histórica. Entonces, pensamos distintos modos de inclusión socio laboral. Uno es la relación de dependencia, que no es fácil de sostener en muchos casos. Hay hábitos que no están inscriptos en la subjetividad de las personas con las que trabajamos, no sólo porque pasaron por contexto de encierro sino también porque quizás nunca trabajaron en relación de dependencia. Otro universo es el de la economía social, las cooperativas, que son grandes aliadas en las búsquedas de salidas laborales. También está el emprendedurismo. Pensamos a la empresa no sólo como un lugar que puede dar trabajo, sino que puede potenciar la inclusión. Aparecieron las compras inclusivas, las capacitaciones, el dar herramientas para desarrollar emprendimientos propios.

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Las empresas como puente de contacto con la sociedad.

Exacto. El diálogo con el afuera no debería desaparecer nunca. En muchos casos, las personas que pasan por contextos de encierro ya estaban previamente excluidas. Cuando entran a la cárcel se les terminan de romper esos vínculos que tenían, se quedan por un tiempo en un paréntesis, en un contexto de encierro, donde su único vínculo es con algún familiar y con el Servicio Penitenciario Federal, y cuando salen se espera que rearmen todos sus escenarios. Los servicios penitenciarios en Latinoamérica se están repensando. Lo que se pretende es un abordaje y un tratamiento de esa persona. Una parte esencial es no separar a esa persona de la sociedad, sino multiplicar los puentes que hacen que el adentro y el afuera sea una cuestión situacional de una persona que está privada de su libertad, pero que se está preparando para reingresar, con más herramientas con las que entró.

“Recién cuando se fortalecen comienzan a auto percibirse como víctimas de violencia de género. Antes no se daban cuenta. Lo empiezan ver una vez que consiguen trabajo, que se  reconcilian con ellas mismas, que vuelven a mirar a sus hijos a los ojos como mujeres que pueden dar el ejemplo”.

¿Cómo funcionó el programa de capacitación que hicieron con Farmacity en 2018?

Farmacity nos resultaba un universo muy accesible para las mujeres de nuestra población. Veíamos la posibilidad de que surja empleabilidad sin que sea necesariamente a través de relación de dependencia. Fue un nicho que fuimos a buscar y tuvimos excelente recepción de Farmacity, que es nuestra gran aliada. La experiencia del año pasado fue muy interesante no sólo porque muchas chicas terminaron trabajando ahí y otras con su propio emprendimiento, sino porque transitar la capacitación resignificó su subjetividad. Hoy, Nancy, por ejemplo, que hizo el programa el año pasado, pudo reinscribir su identidad: hoy se siente más trabajadora que liberada.

Entiendo que ése el gran objetivo: la resignificación de su subjetividad, su revalorización.

El gran desafío de la integración es lograr que otra etiqueta social sea más fuerte que la de haber pasado por el contexto de encierro, para posibilitar un universo y que la persona pueda reescribir su historia. Waldemar, un chico que estuvo en contexto de encierro, logró estudiar, se recibió, hizo su posgrado y fundó una biblioteca; sin embargo dice: “uno siempre es liberado”. El gran desafío es cómo reescribir una subjetividad para que esa persona perciba que una de sus tantas identidades es haber pasado por un contexto de encierro.

¿Cuáles fueron las experiencias en otras empresas?

En Accenture acompañamos a las chicas en el proceso de selección de personal que hacía la empresa. Cómo prepararse para la entrevista laboral, cómo viajar, cómo organizar sus casas, el cuidado de los chicos. También organizamos pasantías en varias empresas. Pero con la única empresa que hemos podido hacer un acompañamiento a largo plazo fue con Farmacity.

“Hoy le ponemos un nombre: sororidad, una palabra hegemónica para llamar a esa hermandad, que siempre existió y no sabíamos cómo definirla”.

¿Qué ocurrió en el caso de Farmacity, a diferencia de otras experiencias?

Con Farmacity ya tenemos una alianza de trabajo consolidada que nos sirve de guía en la articulación público-privada, que tenemos que reforzar en los distintos ámbitos que nos inscribimos profesionalmente.

Pude presenciar algunas clases, en las que se respira un clima de total armonía e intercambio, en el que todas las mujeres, de los distintos sectores, se entrecruzan sin diferencias. Una tribu de mujeres que ayudan a otras mujeres. ¿Cómo lograron generarlo?

El programa no está pensado sólo como una capacitación laboral sino que es un dispositivo de inclusión integral, que tanto la empresa como las empleadas acompañan. No se les hace un favor, se les da una oportunidad, y las chicas lo aprovechan. Hay una fusión humana. Es muy genuina la dedicación. Las chicas se ven ahí muy potenciadas, porque otras las acompañan, porque creen en la posibilidad del cambio, y entonces las chicas responden. Sartre decía “El infierno son los otros”. Para estas chicas, el infierno éramos los otros. Y de pronto ese infierno las mira distinto, las acepta, y ellas responden a esa mirada distinta. Todas las que participamos en este programa, incluso las empleadas de Farmacity, nos sentimos responsables por la inclusión de esas mujeres.

Ayudar ayuda.

Sí. Lo colectivo empieza a tener otro lugar. Esos movimientos cambian toda la subjetividad. Todas lo transitamos, nos pasa por el cuerpo. Las mujeres y la tribu son dos palabras clave.

¿Qué pasa en su círculo íntimo cuando estas mujeres se fortalecen?

En aquellos casos en que son víctimas de violencia de género, comienzan a auto percibirse como víctimas recién cuando se fortalecen. Antes no se daban cuenta. Lo empiezan ver una vez que consiguen trabajo, que se  reconcilian con ellas mismas, que vuelven a mirar a sus hijos a los ojos como mujeres que pueden dar el ejemplo. Recién entonces pueden tomar consciencia de que no tienen por qué pasar por esas situaciones de violencia. Cuando se empiezan a empoderar sus compañeros se resisten al cambio. Les pasó a todas las mujeres de la camada del año pasado. Las acompañamos también en esa situación.

“En mayor o menor nivel de vulnerabilidad, nos encontramos todas en esa igualdad. No sólo hablamos por nuestra historia sino por la historia que nos fue inscripta. Una tiene inscriptas las historias de otras mujeres atrás”.

¿Introdujeron cambios al programa de este año?

Incorporamos a Nancy como vocera, como embajadora del primer curso, cuya voz es mucho más legitimada que la nuestra para contagiar a otras. En la primera edición eran mujeres que tenían tobilleras, lo que generó que en general asistieran porque es uno de los pocos lugares a los que podían ir. Este año nos propusimos que fueran mujeres liberadas, que tienen que estar realmente muy involucradas. Se hizo un trabajo de selección más profundo. El objetivo es potenciar la inclusión laboral, que las mujeres obtengan una herramienta que les permita tener un ingreso alternativo o central para sus hogares. La independencia económica es central. Es muy difícil la independencia cuando dependés del otro para vivir. Además, este año agregamos más clases. El curso de extendió de tres meses y medio a cinco. Empezaron doce mujeres y terminan once (sólo una no pudo continuar porque su embarazo le requirió reposo).

El activismo, la militancia, también curan. ¿Cómo funciona el rol de Nancy ante las nuevas camadas de chicas ingresan en el programa?

Nancy asumió muy conscientemente su rol como vocera de este proyecto, con los riesgos de visibilidad que implica. Una vez que se resignifica como persona, Nancy quiere salir a decirles a otras “vos también”. La militancia es muy sanadora.

Fiorella Canoni, Ministerio Justicia, Readpatación Social, Farmacity

¿Van a incorporar a personas del colectivo LGBT?

Sí, este año se sumó una chica trans. Nos vemos ante el desafío de pensar mundos distintos, inclusiones distintas, desde el deseo de cada persona, desde su subjetividad.

¿Cómo se trabaja la diversidad en las cárceles?

El sistema penitenciario federal ha hecho un gran avance. Las chicas trans, si quieren, van a un pabellón de chicas trans. A veces en ese pabellón se repiensen  y piden cambiar de espacio. Antes no se visibilizaban chicos trans en contexto de encierro. Si se obliga a las personas a pensarse en una lógica binaria, no puede haber transición ni cambios. Ese es el desafío que se viene en materia de reconocimiento subjetivo en una institución cuya lógica ha sido siempre binaria. Antes el pabellón de chicas trans estaba en la cárcel de hombres. En el 2016 se trasladó a la cárcel de mujeres. Es importante que eso no sea sólo simbólico sino que esté acompañado con un abordaje. Hay más de 10 mil agentes penitenciarios que se capacitan y sensibilizan. Además, los conflictos de género se potencian en contextos de encierro, donde todo se potencia. La misma convivencia potencia los conflictos. El colectivo LGBT es una población de mayor vulnerabilidad. Más del 82% de la población trans en situación de encierro había sufrido violencia en su vida. El 50% había pasado por situación de calle. Más del 50% dijo que trabajaba en prostitución. Estas personas ya estaban previamente en situación de mayor vulnerabilidad.

“Me encuentro con todas las chicas que hacen este programa, con esas mujeres que se reinventan, se reestructuran. En ese reinventarse le ponen mucha garra. Me siento como ellas, una mujer muy aguerrida”.

¿Hay diferencias entre la readaptación o integración de las mujeres con respecto a los varones?

En lo personal, creo más en la potencia de la tribu femenina, en la sororidad. Además, tenemos una historia que nos trasciende que es de una absoluta desigualdad en la cual nos hemos encontrado hermanadas con las otras. Nos encontramos en la desigualdad. Sabemos que las reglas del juego siempre fueron distintas y tejemos lazos conscientes de esa desigualdad. Hoy le ponemos un nombre: sororidad, una palabra hegemónica para llamar a esa hermandad, que siempre existió y no sabíamos cómo definirla. En las situaciones conflictivas, ese encuentro puede ser desde la palabra, desde la mirada, desde el cuerpo, porque transitamos lo mismo. Es la comunión de una historia común que nos trasciende y de la cual hoy decidimos hacernos cargo, y mostrar al mundo cómo somos.

Se dice que ninguna mujer nace feminista. Que nos hacemos feministas en algún momento de nuestras vidas, y que suele estar ligado a alguna situación de opresión. ¿Hay algo de tu historia personal que influye en que te dediques con tanto compromiso a ayudar a este colectivo de mujeres?

Sin lugar a dudas. La manera en que todas nos presentamos en el programa fue desde ese lugar en común. Ahí no hay diferencia. En mayor nivel de vulnerabilidad o menor, nos encontramos todas en esa igualdad. No sólo hablamos por nuestra historia sino por la historia que nos fue inscripta. Una tiene inscriptas las historias de otras mujeres atrás. Yo soy de Bahía Blanca. Viajamos a Buenos Aires porque mi mamá estudiaba medicina, pero cuando terminó la carrera mi papá decidió volver a Bahía. Mi mamá tenía que hacer su práctica médica, pero abandonó su carrera para no separarme de mi papá. Ella era promedio 9 en la UBA, pero las opciones eran ser médica o ser mamá.  Y siempre me cuenta que cuando yo era chiquita, a los 5 años, jugaba a ser mamá con un portafolio, con el que llegaba de noche después de trabajar. Así jugaba yo la maternidad. Mi hija hoy tiene 5 años, y la veo dramatizar su maternidad, y me imagino qué veía mi mamá cuando me veía a mí jugar así, jugando una maternidad distinta a la suya.

“Las mujeres debemos hacer que esos mundos dialoguen, mostrar que podemos ser madres presentes y amorosas sin renunciar a nuestros espacios de despliegue, de desarrollo y de plenitud”.

¿Cómo juega tu hija la maternidad?

Ella es una gran mamá todo el tiempo, es politóloga porque dice que quiere hacer cosas por los otros, se reinventa y tiene un campo de posibilidades sumamente amplio. Esa es la mamá que yo quiero ser. Ahí es donde me encuentro con Nancy, con Fedra, con las chicas que hacen este programa, con esas mujeres que se reinventan, se reestructuran, piensan qué quieren ser para ellas y para sus hijos e hijas, o para algún otro, simbólico. En ese reinventarse le ponen mucha garra. Me siento como ellas, una mujer muy aguerrida.

¿Cómo dialogan tu mundo como profesional con el de la maternidad?

Las mujeres debemos hacer que esos mundos dialoguen, mostrar que podemos ser madres presentes y amorosas sin renunciar a nuestros espacios de despliegue, de desarrollo y de plenitud. Nos debemos la posibilidad de mostrar que podemos hacer todo al mismo tiempo.

Sos la primera mujer Directora Nacional de Readaptación Social. 

Sí, creo que marca un antecedente en esta institución. Las huellas que dejo con este equipo de trabajo tienen mucho que ver con la perspectiva de género. Mis mundos dialogan: el académico, el de la gestión y el de la maternidad. Ése es el tipo de mujer que quiero mostrarle a mi hija. Ahí es donde me encuentro con esas otras mujeres.

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